Aguanta solo un poco más, es lo que me he repetido estos últimos días o tal vez semanas o meses, ya he perdido la cuenta.
Aguanta un poco más, le pido a mi cabeza que se queja de dolor constantemente por mi falta de decisión, por sobrecargarlo con pensamientos que nunca encuentran una solución.
Aguanta un poco más, le repito a mi cuello y hombros, que se tensan al recibir a diario culpas y pecados ajenos cuan si fueran míos y de los que tampoco me he deshecho.
Aguanta un poco más, le digo a mi estómago, que la ansiedad lo ha revuelto como si fuera un tsunami que a veces ni siquiera deja pasar bocados.
Aguanta un poco más, le suplico a mis ojos, que han perdido hasta el brillo de tanto llorar, que empañan de lágrimas mi almohada cada noche como de costumbre y de paso invitan al insomnio que me acompañe nuevamente hasta que llegue morfeo.
Aguanta un poco más, le susurro a mi garganta, la cuál se encuentra con nudos de palabras calladas y confeciones no reveladas, con el volumen de mi voz marcando la raya más baja, para que los gritos de mi interior no se oigan.
Pero el corazón ¿Cuánto más puede aguantar?
Liz Zaracho
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