Autor: admin

Sobre guardar silencio y hablar

Nosotros los indios sabemos del silencio. No le tenemos miedo. De hecho, para nosotros es más poderoso que las palabras. Nuestros ancianos fueron educados en las maneras del silencio, y ellos nos transmitieron ese conocimiento a nosotros. Observa, escucha, y luego actúa, nos decían. Ésa es la manera de vivir. Observa a los animales para ver cómo cuidan a sus crías. Observa a los ancianos para ver cómo se comportan. Observa al hombre blanco para ver qué quiere. Siempre observa primero, con corazón y mente quietos, y entonces aprenderás. Cuando hayas observado lo suficiente, entonces podrás actuar. Con ustedes es lo contrario. Ustedes aprenden hablando. Premian a los niños que hablan más en la escuela. En sus fiestas todos tratan de hablar. En el trabajo siempre están teniendo reuniones en las que todos interrumpen a todos, y todos hablan cinco, diez o cien veces. Y le llaman «resolver un problema». Cuando están en una habitación y hay silencio, se ponen nerviosos. Tienen que llenar el espacio con sonidos. Así que hablan impulsivamente, incluso antes de saber lo que van a decir. A la gente blanca le gusta discutir. Ni siquiera permiten que el otro termine una frase. Siempre interrumpen. Para los indios esto es muy irrespetuoso e incluso muy estúpido. Si tú comienzas a hablar, yo no voy a interrumpirte. Te escucharé. Quizás deje de escucharte si no me...

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El leñador

Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; así que el leñador se decidió a hacer un buen papel. El primer día se presentó al capataz, quien le dio un hacha y le asignó una zona. El hombre entusiasmado salió al bosque a trabajar. En un solo día cortó 18 árboles. – Te felicito -dijo el capataz- sigue así. Animado por las palabras del capataz , el leñador se decidió mejorar su propio desempeño al día siguiente y esa noche se acostó bien temprano. Por la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño , no consiguió cortar más que 15 árboles. – Me debo haber cansado –pensó, y decidió acostarse con la puesta del sol. Al amanecer se levantó y decidió batir su marca de 18 árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron 7, luego 5 y el último día estuvo toda la tarde tratando de derribar a duras penas su segundo árbol. Inquieto por lo que pensaría el capataz, el leñador se acercó a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que él se esforzaba al límite de desfallecer. El capataz le preguntó : – ¿Cuándo afilaste tu hacha la...

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El sennyasi

La historia se refiere a un individuo que se mudó de aldea, en la India, y se encontró con lo que allí llaman un sennyasi.  Este es un mendicante errante, una persona que, tras haber alcanzado la iluminación, comprende que el mundo entero es su hogar, el cielo su techo y Dios su Padre, que cuidará de él.  Entonces se traslada de un lugar al otro.  Tal como tú y yo nos trasladaríamos de una habitación a otra de nuestro hogar. Al encontrarse con el sennyasi, el aldeano dijo:  -«¡No lo puedo creer!  Anoche soñé con usted.  Soñé que el Señor me decía:  -Mañana por la mañana abandonarás la aldea, hacia las once, y te encontrarás con este sennyasi errante-  y aquí me encontré con usted.» – «¿Qué más le dijo el Señor?»  Preguntó el sennyasi. Me dijo: -«Si el hombre te da una piedra preciosa que posee, serás el hombre más rico del mundo … ¿Me daría usted la piedra?» Entonces el sennyasi revolvió en un pequeño zurrón que llevaba y dijo:  -«¿Será ésta la piedra de la cual usted hablaba El aldeano no podía dar crédito a sus ojos, porque era un diamante, el diamante más grande del mundo.  -«¿Podría quedármelo?» – «Por supuesto, puede conservarlo; lo encontré en un bosque.  Es para usted.» Siguió su camino y se sentó bajo un árbol, en las afueras de...

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La cuerda

Cuentan que un alpinista desesperado por conquistar el Aconcagua, inició su travesía después de años de preparación. Pero quería la gloria para el solo, por lo tanto subió sin compañeros. Empezó a subir y se fue haciendo mas y mas tarde. No se preparó para acampar, sino que siguió subiendo y decidió a llegar a la cima; hasta que se hizo la oscuridad. La noche cayo con gran pesadez en la altura de la montaña; ya no podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero visibilidad, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes. Subiendo por un acantilado, a solo 100 metros de la cima, resbaló y se desplomó por los aires… Caía a una velocidad vertiginosa, solo podía ver veloces manchas más oscuras que pasaban en la misma oscuridad, y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo… y en esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los gratos y no tan gratos momentos de su vida. Pensaba que iba a morir, sin embargo, de repente, sintió un tirón muy fuerte que casi lo partió en dos… Como todo alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura. Después de un momento de quietud suspendido por los aires, grito con todas sus fuerzas: ¡Ayúdame, Dios mio!. De repente, una voz...

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