Autor: admin

La silla

Había una vez un chico llamado Mario a quien le encantaba tener miles de amigos. Presumía muchísimo de todos los amigos que tenía en el colegio, y de que era muy amigo de todos. Su abuelo se le acercó un día y le dijo: – Te apuesto un bolsón de palomitas a que no tienes tantos amigos como crees, Mario. Seguro que muchos no son más que compañeros o cómplices de vuestras fechorías. Mario aceptó la apuesta sin dudarlo, pero como no sabía muy bien cómo probar que todos eran sus amigos, le preguntó a su abuela. Ésta respondió:...

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El regalo de los insultos

Cerca de Tokyo vivía un gran samurai, muy anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes. A pesar de sus años, circulaba la leyenda que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario. Cierta tarde, un guerrero -conocido por su total falta de escrúpulos- apareció por allí. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para aprovecharse de los errores cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había perdido un combate. Conociendo la reputación del samurai, estaba allí para derrotarlo y hacer crecer su fama. Todos los estudiantes se manifestaron contra la idea, pero el viejo aceptó el desafío. Fueron todos a la plaza de la ciudad y el joven comenzó a insultar al viejo maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió el rostro, le gritó todos los insultos que conocía -y que ofendían incluso a sus antepasados. Durante horas hizo todo para provocarlo, pero el viejo permanecía impasible. Hacia el final de la tarde, sintiéndose exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró. Molestos por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos preguntaron: -¿Cómo pudo soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usó su espada, aun sabiendo que podía perder la lucha, en vez de actuar como un...

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Poesía del amor imposible

Esta noche pasaste por mi camino y me tembló en el alma no se que afán pero yo estoy consciente de mi destino que es mirarte de lejos y nada más. No, tú nunca dijiste que hay primavera en las rosas ocultas de tu rosal. Ni yo debo mirarte de otra manera que mirarte de lejos y nada más Y así pasas a veces tranquila y bella, así como esta noche te vi pasar. Más yo debo mirarte como una estrella que se mira de lejos y nada más. Y así pasan las rosas de cada día dejando las raíces que no se ván. Y yo con mi secreta melancolía de mirarte de lejos y nada más. Y así seguirás siempre, siempre prohibida, más allá de la muerte, si hay mas allá. Porque en esa vida, si hay otra vida, te miraré de lejos y nada más… José Angel...

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Nunca te detengas

Siempre ten presente que… La piel se arruga, El pelo se vuelve blanco, Los días se convierten en años… Pero lo importante no cambia; tu fuerza y tu convicción no tienen edad. Tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña. Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida Detrás de cada logro, hay otro desafío. Mientras estés vivo, siéntete vivo. Si extrañas lo que hacías vuelve a hacerlo. No vivas de fotos amarillas… Sigue aunque todos esperen que abandones. No dejes que se oxide el hierro que hay en ti. Haz que en vez de...

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