¿Te has preguntado alguna vez porqué el mar es tan grande?, ¿tan inmenso?, ¿tan fuerte?, ¿tan poderoso?.

Por una única razón, él que podría ser el más grande, tiene la humildad de colocarse siempre algunos centímetros por debajo de todos los ríos, porque es capaz de reconocer que sólo aceptando y agradeciendo el agua que esos ríos le dan, se hace cada vez más grande y que sin ellos tal vez un día dejaría de existir.

Si quisiera podría ser el primero y estar unos centímetros por encima de todos los ríos, pero también sabe que entonces no sería mar, sería tan sólo una pequeña isla solitaria.

Nosotros los humanos lamentamos las pérdidas que tenemos a lo largo de nuestra vida, sin entender que eso forma parte de ella, tampoco nos gusta sentirnos derrotados, intentamos ser siempre los primeros, los mejores, pero la derrota también es una parte de la vida, le tememos a la muerte, sin aceptar que estamos aquí de paso y que ella también es una parte de la vida.

Sólo seremos felices el día que comprendamos que es imposible vivir sin admitir ésta realidad, y aceptar que habrá muchas ocasiones en las que tendremos que perder, caer, equivocarnos y sobre todo que un día debemos partir, cuando seamos capaces de asumirlo disfrutaremos de cada momento que la vida nos ofrece.

No se puede ganar siempre, por ello hay que aprender a perder, es imposible andar sin tropezar y caer, es imposible acertar sin no nos hemos equivocado y aprendido de ese error, es preferible llorar por haber amado, que no haber conocido nunca el amor, es imposible vivir sin saber vivir.

Si aprendemos a perder, a caer, a errar, nadie nos podrá superar, aprenderemos de nuestros errores, y si una vez más nos equivocamos en lugar de quedarnos en el suelo lamentándonos, debemos ponernos nuevamente en pie y seguir andando.

Aquellos que ya consiguieron comprender que no es importante ganar o perder, acertar o equivocarse, llegar los primeros o los últimos, pero sí es importante llegar, son los que realmente se sienten libres, felices, valoran lo que tienen y disfrutan de cada uno de los momentos que la vida les ofrece sin pensar que un día terminarán.

Vive, se igual que el mar, no te avergüence recibir, acepta lo que te dan y a cambio da todo lo que puedas también tu, en eso consiste la felicidad, en saber RECIBIR y sobre todo en saber DAR.