Nos cuenta Plutarco en una de sus historias, que en aquellos tiempos de la antigüedad había un romano que decidió separarse de su mujer abandonándola. Sus amigos le recriminaron por ello, pues no veían claros los motivos de aquel divorcio:
– No es hermosa?-preguntaban.
-Sí. Lo es. Y mucho.
-¿No es, acaso, casta y honrada?
-Sí. También lo es.
Extrañados, insistían en conocer el motivo que había llevado a su amigo a tomar una decisión tan extrema. El romano, entonces, se quitó un zapato y mostrándolo a sus amigos, preguntó:
-¿Es bonito?
-Sí. Lo es -dijeron ellos.
-¿Está bien construído?
-Sí. Eso parece -todos aprobaron.
Y entonces él, volviéndoselo a calzar, les aseguró: -Pero ninguno de ustedes puede decir dónde me aprieta
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