Te doy un vacío,
te doy una plenitud,
desenvuélvelos con cuidado
-uno es tan frágil como el otro-
y cuando me des las gracias
fingiré no advertir la duda en tu voz
cuando digas que eran lo que querías.
Déjalos en la mesa que tienes junto a la cama.
Cuando despiertes por la mañana
habrán penetrado en tu cabeza
por la puerta del sueño.
Donde quieras que vayan irán contigo y
dondequiera que estés te maravillarás
sonriente de la plenitud
a la que nada puedes sumar
y el vacío que puedes llenar.
Norman MacCaig
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