Ya ni cerramos los ojos
Vivimos muy rápido. Ya no respiramos lento,ya no nos sentamos frente al marsin esta necesidad de decírselo a alguien. Lo queremos todo ya y aquí, aunque «Ya y aquí» quiera decirmal y de perfil. Nos contamos cosasa través de pantallas heladasy temblamos más con una batería bajaque con un susurro en la nuca. Si nos tropezamos,agarramos más fuerte el móvilque la mano del de al lado. Nos hacemos fotos sin pensarque el corazón más importantees el que está tras las pestañasy no los ojos que hay debajo. Preferimos mil «Me gusta» en la nubeque un «me gustas» en el ombligo. Valoramos a la gente por el ejército que tiene detrás sin preocuparnos ni un segundo de los principios de un capitán. Nos repetimos que dormir solos no está tan mal, convencidos, de que las defensas se bajan mientras lo hacemos. Como si dejar que alguien entre no sea lo mejor que les puede pasar a tus piernas. Nos traen el desayuno a la cama y corremos a inmortalizar el momento en vez de tirarlo todo por los aires y engancharnos como koalas al portador. Tiramos el amor a estornudos, como si siempre fuese a haber más en la reserva. Le ponemos barreras tan altas porque de pequeños nos dijeron que podía con todo. Y a lo peor pueda saltarlas, pero ¿cómo quedará lo que consiga pasar? No nos dejamos...
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