Imagine a un prisionero en una celda con barrotes gruesos, en una prisión de muros elevados, con guardias armados por todas partes. Pero ésta no es una prisión al uso. La puerta de la celda siempre está abierta, al igual que la entrada de la prisión, y los guardas están presentes para impedir que las personas entren, pero no que salgan.

Sin embargo, el prisionero cree que ésta es una prisión normal y por tanto permanece en la celda, que, de hecho, es bastante cómoda, está bien decorada y dispone de un montón de distracciones para pasar el tiempo. Hay libros y cedés, television por cable y un ordenador personal. Hay un bar bien surtido, buena comida, visitas conyugales con regularidad. El prisionero tiene que realizar una cantidad de trabajos aburridos, pero también puede dedicarse a sus aficiones e intereses.

No está mal para ser una prisión. Pero de hecho este prisionero no es muy feliz, por la sencilla razón de que es consciente de que está encarcelado. Le gustaría escapar y cree que si lo hiciera lograría ser feliz. Pero también considera que la huida sería peligrosa y probablemente imposible, de manera que se queda donde está. El prisionero recurre a otras <vías de escape> en el interior de la celda: comida, bebida, drogas, sexo, libros, televisión. Todas funcionan, pero sólo de forma temporal. El regreso a la realidad es más doloroso cada vez, lo cual impone una mayor intensidad de diversión para conseguir la siguiente evasión temporal. Estas diversiones también conllevan fantasías de los maravillosa que debe ser la vida al otro lado de los muros de la prisión, y por tanto el prisionero lamenta lo mucho que se pierde por el hecho de estar encarcelado.

Millones de personas viven en una prisión como ésta. Es la prisión del sufrimiento. Se sufre cuando nos causan un agravio, cuando nos enfrentamos a la maldad, cuando nos enfrentamos a la maldad, cuando nos tratan de forma injusta. También se sufre cuando nos portamos mal con otra persona, cuando cometemos maldades y cuando perpetramos injusticias. Así pues, la persona, igual que el prisionero, intenta aliviar el desasosiego pensando con distracciones tangenciales pensando continuamente que tiene que permanecer en la celda. Pero se trata de un engaño. De hecho, tiene la libertad de salir cuando lo desee, basta con que se esfuerce para separarse de los entretenimientos familiares y darse cuenta del camino que se extiende ante ella.