No se sabe si ocurrió hace siglos, o hace un rato, o nunca.

A la hora de ir a trabajar, un leñador descubrió que le faltaba el hacha. Observó a su vecino y comprobó que tenía el aspecto típico de un ladrón de hachas: la mirada, los gestos, la manera de hablar…

Unos días después, el leñador encontró su hacha, que estaba caída por ahí. Y cuando volvió a observar a su vecino, comprobó que no se parecía para nada a un ladrón de hachas, ni en la mirada, ni en los gestos, ni en la manera de hablar.

 

"Bocas del tiempo"
Eduardo Galeano