Un rajá rico y poderoso estaba convencido en su fuero interno de que no había en el mundo persona alguna con tanto poder como él, pero no se lo comentaba a nadie. Cierto día sintió curiosidad por saber si las personas que lo conocían adivinaban lo que pensaba. Reunió entonces a sus dignatarios y servidores y les pidió que trataran de desvelar sus pensamientos más íntimos. Muchos de ellos hicieron conjeturas, pero ninguna respuesta satisfizo al rajá.

Así pues, el rajá ordenó a su ministro que encontrara a alguien capaz de leerle el pensamiento y le concedió un plazo de un mes para hallar a semejante genio. El ministro buscó por todas partes, pero en vano, y cuando el mes tocaba a su fin le asaltó la desesperación. Sin embargo, su hija lo animó diciéndole que ella encontraría al hombre deseado en el día preciso.

– Está bien -dijo el ministro-, vamos a ver cómo te las arreglas -y delegó la tarea en la joven.

En la fecha señalada, la hija trajo a casa a un papanatas, un pastor al servicio de la familia, y le dijo a su padre que lo llevara ante el rajá. Aunque el ministro estaba horrorizado por la elección de su hija, ésta insistió en que el bobalicón del pastor era la solución a todos sus problemas. Como confiaba en su hija y no tenía alternativa, el ministro llevó al pastor a la corte.

La corte ya estaba reunida y el rajá lo esperaba. El ministro le presentó al pastor, que alzó la vista hacia el rajá. Entonces éste levantó un dedo. La reacción del pastor fue levantar dos dedos. A continuación, el rajá levantó tres dedos, y, ante esto, el individuo sacudió enérgicamente la cabeza y trató de huir. El rajá rompió a reír, visiblemente complacido. Alabó al ministro por haberle presentado a un hombre tan listo y le entregó una sustanciosa recompensa.

El ministro no salía de su asombro. Sin comprender lo sucedido, le pidió al rajá que se lo explicara.

– Cuando levanté un dedo -dijo el rajá-, estaba preguntándole si yo era el único rey. El me recordó levantando dos dedos que no olvidara a Dios, que es cuando menos tan poderoso como yo. Luego le pregunté si había alguien más con tanto poder y él lo negó con mucha vehemencia. Este hombre me ha leído el pensamiento. Yo creía ser el más poderoso, y el me ha recordado que a mi lado está Dios, pero nadie más.

Después de esto, cada cual se fue a lo suyo. Esa noche, el ministro le preguntó al estúpido pastor cómo interpretaba él su conversación por señas con el rajá. Y el individuo le explicó:

– Solo tengo tres ovejas mías, amo. Cuando me llevaste ante el rajá, él levantó un dedo para darme a entender que quería una de mis ovejas. Como es un gran rajá, le ofrecí dos. Pero cuando levantó tres dedos para indicarme que quería quedarse con mis tres ovejas, me pareció que era pedir demasiado. Por eso traté de escaparme.

 

Cuento Popular Hindú